jueves, agosto 31, 1995

Antonio Elizalde, vicerrector de la Universidad Bolivariana:

“Hay una suerte de sublimación de muchos estatistas frustrados”

Al no poder intervenir en el plano económico, el burócrata se desquita por el lado social y cultural, afirmó el sociólogo.

Por Cristian Sotomayor

-Se dice que las ONGs están en crisis por la disminución de los recursos provenientes del extranjero-

-No deja de ser paradójico que, en democracia, las ONGs –que son una de las tantas formas de expresión de la sociedad civil- experimenten un proceso de debilitamiento. Eso ocurre en Chile, España, Uruguay, Argentina, Brasil, y en todos los países donde han existido períodos antidemocráticos. En el momento de negación democrática, el Estado comienza a ser funcional a los ricos, a los que tienen una capacidad de acumulación mayor que el resto de los ciudadanos. En ese contexto de orfandad que se genera, ocurre que otros sectores sociales –desde las iglesias hasta el mundo de las ONGs- comienzan a dar cuenta de las necesidades de los sectores más pobres de la población. Recuperada la democracia, se produce un proceso natural, y el Estado se define en función de las decisiones mayoritarias, y si las mayorías son desfavorecidas, el Estado pone sus políticas al servicio de ellas. Lo que pasa es que esto es acentuado por otros hechos.

Lo que debiera ser preocupación de cualquier demócrata, en cualquier país del mundo, es entender que la democracia se fortalece no en la medida que se tiene un Estado fuerte, sino cuando existe una sociedad civil fuerte. Una sociedad es más plenamente democrática, en la medida que la raíz que tiene la convivencia colectiva está anclada en muchos actores, con mucho mayor protagonismo, existencia, vida y actividad. Una sociedad homogénea y disciplinada desde el aparato del Estado, es una sociedad tremendamente débil desde el punto de vista democrático. El problema que hemos tenido en nuestra sociedad, -en la chilena y en los procesos de democratización de las naciones occidentales-, es que, siendo la gente que gobierna y controla el aparato del Estado, progresista, desde el punto de vista político, son personas que no tienen una clara conciencia de que su papel, como Estado, es favorecer y fomentar el desarrollo de la sociedad civil.

Por una parte, hay “manga ancha” hacia la actuación de los privados en el plano de la economía, y hay una gran capacidad para aceptar desregulaciones en el plano económico, para permitir privatizaciones, para que se abran posibilidades de generación de flujos de capital y financiero, y a través de la inversión extranjera, etc.

En cambio, no existe la misma “manga ancha” hacia la actuación de sujetos que operan, ya no en el plano económico, sino en el plano de la vida social y cultural. Nos encontramos con una contradicción: hay un suerte de estatismo referido a la acción de los privados en el plano de lo social, de lo cultural, de otras dimensiones que no sean la económica. Hay un intento de disciplinar, desde los organismos públicos a las ONGs para que se pongan como “en capilla”. Entonces, todas las ONGs actúan de una manera conforme a patrones, a criterios técnicos establecidos por especialistas. Y que son bastante discutibles, porque en muchos casos no dejan de ser fabulaciones respecto de la realidad. En consecuencia, las ONGs tienen que actuar igual, ir ordenaditas, con su formulario, con su papelito. ¿Para qué?, para darle en el gusto al burócrata de turno, que ha dejado de ser ciudadano para transformarse en burócrata, para que él sienta que el país avanza en términos de su desarrollo social. Y eso es una “pelotudez”, “aquí y en la quebrá del ají”. Esto dificulta la creatividad, la singularidad, la especificidad de respuesta que cada organización social da a sus problemas, porque tiene que ser una respuesta que se acote dentro de un marco más general.

Hay como una suerte de estatismo, una suerte de sublimación –recurriendo a categorías sicoanalíticas-, de muchos estatistas frustrados. Y eso es algo riesgoso para el fortalecimiento de la democracia. Habitualmente, cuando se tienen sociedades civiles débiles, incluso los propios Estados son débiles; no tienen capacidad de actuación para cumplir su rol de regulación, que es imprescindible. Porque yo no soy de los que creen en la panacea del libre mercado; yo no creo que el libre mercado nos vaya a conducir al cielo. Creo que el mercado sirve, y sirve para efectos acotados. De la misma manera como el Estado también sirve para otros efectos acotados. Pero es necesario recordar que sociedad civil existió antes de que incluso existiera Estado y mercado. Porque la sociedad civil es la constitución de los actores en cuanto tales, que van configurando, mediante su propio existir, existencia colectiva.

Yo veo en las expresiones de la sociedad civil, llámese éstas organizaciones no gubernamentales u otra forma de organización, como formas de experimentación social. Lo que aportan es una capacidad de experimentar a un costo mucho más bajo, que el que implica que tú experimentes globalmente. Yo puedo hacer en una escuela particular concreta o en una universidad privada chiquitita, una experiencia X; si la cosa resulta exitosa, la puedo replicar, si resulta fracasada, voy a afectar a muy poca gente. Pero si yo pretendo aplicar desde políticas públicas, para todos los hospitales de un país, algo que no ha sido experimentado, corro el riesgo de que el fracaso sea catastrófico, por su volumen. El Estado no debe cometer errores, no debe experimentar; tiene que aprender fundamentalmente de la experiencia que la sociedad civil desarrolla, a través del error y el fracaso, e implementar aquello que ya está probado y que funciona. Si nosotros no posibilitamos que la sociedad civil pueda experimentar, pueda desarrollar su papel de probar determinadas tecnologías, para construir o apoyar una microempresa, para que puedan capacitar, etc., en la práctica corremos el riesgo de que pasen cuestiones como las siguientes: ¿alguien se ha preguntado alguna vez –cuando hablamos de la eficiencia de las organizaciones no gubernamentales-, respecto a cuál es la eficiencia del Programa de Formación de Jóvenes que realizó el ministerio del Trabajo, durante el gobierno anterior? ¿En qué se tradujo concretamente?, ¿Cuántos millones de dólares se invirtieron en eso? Y los resultados concretos, ¿dónde están? Sin embargo, se hace escándalo porque una ONG que otorga créditos, tiene niveles de recuperación bajo, por decirte algo. Hay allí algo que no funciona, porque también es propio de los burócratas que nadie puede cuestionar su operación, su forma de ver el mundo, y nadie les va a pedir cuenta pública, ni les va a exigir auditorías, ni vamos a tener posibilidades de confrontar opiniones con ellos. Entonces, tenemos que aceptar el descrédito de que las ONGs son ineficientes, pero, cuáles son los criterios de eficiencia, qué tipo de eficiencia. Hay muchos casos de aparente ineficiencia económica, que pueden estar ocultando una tremenda sinergia social, una tremenda sinergia ética.

Es fundamental un cambio de actitud por parte de los agentes gubernamentales, porque, si no, nos vamos a encontrar, prácticamente, con un mercado absolutamente desregulado, donde incluso la propia sociedad civil no tiene capacidad para establecer límites de contención para la actuación de ese mercado. Con ciudadanos que no tienen la posibilidad de poder reclamar sus derechos, como consumidores, como usuarios de servicios; absolutamente disciplinados y manipulados publicitariamente. Con un Estado que tampoco regula, que no establece límites, porque, como no tiene la presión de los ciudadanos, es incapaz de regular la actuación de los privados. De allí a la corrupción de todo tipo, a que se incrementen aún más las desigualdades, las inequidades propias de todo sistema social, no hay más que un paso-.

Desconfianza en la gente

-Y hablamos de un Estado que limita la iniciativa popular-.

-De iniciativa popular, como es disfuncional al modo de acumulación, tú no puedes hablar. Si hoy por hoy, en Chile, cuando uno habla sobre ciertos temas, poco menos que estás cometiendo delito de alta traición a la patria. ¡No vayas a cuestionar el modelo económico, no vayas a cuestionar la depredación de recursos naturales, o en algo el modelo vigente!, porque estarías sirviendo a los modelos de la derecha y a los intereses o las instituciones del militarismo o del pinochetismo oculto. Hay una pérdida impresionante de la capacidad de autocrítica, especialmente en aquellos que en algún momento fueron actores significativos en el desarrollo de la sociedad civil en Chile. Y lo más doloroso es esto.

A mí me llama la atención que en el tema de la microempresa, que oficialmente se habla de su promoción, pero en lo concreto uno se da cuenta de que mientras a las grandes empresas se les da un montón de facilidades, condonaciones, etc., el microempresario tiene una cantidad enorme de trabas burocráticas desde la municipalidad y los servicios gubernamentales. Entonces, hay una diferencia entre el discurso y la práctica.

Lo que pasa es que hay una desconfianza en la gente, ese es el problema de fondo. Parte del discurso de la derecha tiene razón en ese sentido. El problema es que siempre la derecha trata de llevar agua para sus molinos. Donde tú deberías establecer mayores niveles de control, es justamente en aquellas inversiones y decisiones que afectan de mayor grado la vida colectiva. El gran empresariado tiene todo a su alcance para poder hacer lo que quiera –poco menos que te ponen alfombra roja si eres empresario extranjero-, pero pobre de ti si eres microempresario, si pretende desarrollar alguna iniciativa popular. Si yo le estoy quitando las regulaciones que operan sobre las grandes empresas, aparece como absolutamente paradójico, contraproducente, inmoral, que tú le apliques mayores restricciones al buque manicero-.

-Pero tampoco se puede negar que hay muchas ONGs que han pecado de ineficiencia y de poca transparencia-.

-En ese sentido hay esfuerzos importantes tendientes a que las propias ONGs mejoren su eficiencia; hay un esfuerzo por lograr una mayor capacidad de gestión en las ONGs. Hay un intento por lograr darle transparencia al mercado de las ONGs, de manera de saber cuáles son las fuentes de financiamiento de la cooperación internacional. Y que todos puedan acceder a ella; que no sea por la vía del “pituto”, que es de alguna manera la forma como pudo haber operado en el pasado.

Esto significa, entonces, un proceso de diseminación de la información de los aprendizajes realizados, de la experiencia acumulada, en términos de que tú sepas que tienes que resolver problemas, de tipo gerencial, de elaborar proyectos de tal o cual forma. Que hay un esfuerzo por mejorar la eficiencia, por mejorar su productividad, la focalización de los esfuerzos que se realizan, lo hay. Las ONGs saben que, para poder sobrevivir, deben avanzar en esa dirección. Yo creo que en muchos casos vale más lo que tú puedas desarrollar como tendencia endógena, que surgen al interior de las propias ONGs, que este tipo de regulaciones y reglamentaciones que aparecen desde fuera, y aparecen como contradictorios en el momento en que la tendencia general es hacia la desregulación-.

(Publicado en La Hoja de la Economía Popular y de Solidaridad, Año 13, Nº 102, agosto 1995, páginas 1 y 6)

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