domingo, enero 31, 1999

Martin Hopenhayn

El trabajo mata

"Actualmente se da una mezcla bastante extraña, en la cual se estimula el trabajo imaginativo que construye escenarios a futuro, pero junto o debajo, está la idea de que hay que matarse trabajando, que ésta es una carrera a muerte, una competencia que ya no es sólo nacional, sino que global, donde la solidaridad no se ve por ninguna parte..."

Por Cristian Sotomayor

Alto y delgado, algo escaso de pelos por estos días, el filósofo Martín Hopenhayn llegó a su actual trabajo en la Cepal montando una motoneta roja y con un casco negro sobre la cabeza; mezcla heterodoxa que bien puede deberse a la verdadera sopa de nacionalidades que componen su patrimonio genético e histórico. Nació en 1955 en Estados Unidos, de padres argentinos. Sus abuelos eran judíos, polacos y lituanos, respectivamente. Llegó a Chile a los seis meses. En 1974 volvió con su familia a Argentina, y estuvo en Francia entre 1977 y 1980.
Con tal background, no extraña que sus estudios los haya realizado en el Nido de Águilas, colegio que a través de un excelente profesor de Literatura lo llevó a optar por la bien poco rentable carrera de Filosofía. Comenzó a estudiar en la Universidad de Chile y terminó en la Estatal de Buenos Aires. Tras un descanso, se fue a la París VIII, donde obtuvo su Master con una tesis sobre Nietzsche.
De su primer matrimonio tiene dos hijos, de 17 y 13 años. Con su actual mujer, Salka, tiene una niña de tres años y medio.
Crítico, pero ajeno a la imagen del filósofo oscuro y amargo, se declara un estrujador de la existencia. "Soy epicúreo; los placeres sensuales -dice- ocupan un lugar importante en mi vida". Bueno para el baile, hace percusión con tablas hindúes, y goza conversando con sus amigos, entre los que hay poetas, literatos y artistas plásticos.
Adiós slogans
La oficina de Hopenhayn en la Cepal, la T-255-E, es pequeña. Se distinguen la foto de su mujer, alta, delgada y de largo pelo negro; las de sus hijos y amistades. Cuando habla, uno puede escuchar una leve entonación trasandina.
¿Qué significado tiene el trabajo en el Chile de hoy, qué valor se le asigna?
"Es complicado... Por una parte hay una revalorización del trabajo que aparece con los nuevos empresarios que surgieron en los ochenta, vinculada a una sociedad altamente competitiva, y que por lo tanto, asocia el trabajo con el stress, la adrenalina, con una carrera permanente. Y también existe, aunque actualmente de forma más diluida, el concepto de trabajo comunitario, social o solidario, relacionado con las organizaciones económicas populares y las ONGs que también se formaron en la década de los ochenta.
Pienso que el problema del trabajo en Chile es que se ha necesitado como resorte cultural, funcional al modelo, un concepto de trabajo muy duro. Es decir, tenemos este modelo aperturista, que tiene que insertarse y competir afuera, que tiene que salir a conquistar mercados, que lleva apareada la idea de un trabajo fuerte, competitivo, pero que al mismo tiempo incorpora inteligencia y creatividad. Es una mezcla muy extraña, en la cual se estimula el trabajo imaginativo que construye escenarios a futuro -un poco el discurso de Tironi, de Brunner y de los empresarios más vanguardistas- pero junto, o debajo, está la idea de que hay que matarse trabajando; que ésta es una carrera a muerte, una competencia que no es sólo nacional, sino que global. Y este modelo está, ahora, legitimado por un orden político".
-Se desvanecieron los slogans que hablaban de un trabajo a escala humana...
"Yo diría que, con la transición a la democracia, se consagra, se legitima un sistema basado en la competitividad, en la apertura externa, en la figura del individuo y no de la comunidad como agente productivo. Ya no es un modelo respaldado por un gobierno militar al que se desconoce legitimidad, sino que por una democracia, que sí la tiene.
Creo que este nuevo "aval" es lo que en en términos de imaginario cultural debilitó la fuerza que en su momento llegaron a tener las organizaciones populares con su idea de trabajo comunitario, compartido y solidario".
De qué modernidad me hablan
¿Y no será que estas organizaciones se debilitaron por su propio peso? ¿No será que está en el individuo la necesidad de competir, de hacerse responsable, de probarse de algún modo a sí mismo...?
"Sólo de algún modo. Yo creo que esa necesidad individual sí existe. Hoy hay un pequeño grupo de empresarios que intenta impregnarle a la empresa un dinamismo que antes no tenía. Ahí está el discurso actual -bastante montado por lo demás- de la empresa como un matrimoni feliz entre la actividad laboral y las relaciones humanas. Una organización que ya no es rígida, sino que es flexible, donde habría una especie de meritocracia, donde las mentes más lúcidas y creativas logran encontrar su sitio.
No obstante, este es el ambiente que rodea a un grupo mínimo; porque en la realidad vivimos atados a una legislación laboral que atomiza las organizaciones de trabajadores, que debilita tremendamente su capacidad de negociación, lo que lleva a que la relación capital-trabajo no sea una relación moderna, en el sentido de que no es una relación de reciprocidad de derechos".
¿Esto cuestionaría el discurso de que somos un país moderno?
"A mí me indigna cuando tan fácilmente se dice que Chile entró en la modernidad. Porque por debajo de esta especie de euforia modernizadora, las relaciones más capilares, más cotidianas, y eso sobre todo en el trabajo, siguen siendo relaciones bastante autoritarias y de aprovechamiento de los otros, donde la solidaridad no aparece en ninguna parte.
Además, un país, que es probablemente el tercero o cuarto con la peor distribución de ingreso en América Latina, donde el crecimiento del empleo, en buena medida, es de trabajo informal, es decir, precario, de bajo salario, poca especialización, sin seguridad social, etc; es decir, donde hay -como decía el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo- un nivel de vulnerabilidad social importante, no es precisamente un país moderno".
Usted debe conocer las cifras de la última encuesta de desempleo ¿Cómo influye una cesantía cercana al 11 por ciento en la percepción de la gente?
"Actualmente, en nuestro país, la movilidad ocupacional ascendente está restringida y, producto de la crisis asiática primero, y ahora de la crisis brasilera, la cosa se pone todavía más dura. Y esto, sobre todo para los jóvenes de sectores pobres y medios pobres, quienes han incorporado durante su infancia y adolescencia la idea de que están adquiriendo conocimientos que les permitirán tener movilidad ocupacional a futuro. Y qué pasa, que a la salida del colegio se encuentran con que todo lo que han adquirido les sirve bien poco para acceder a la movilidad ocupacional y, por ende, a la movilidad social y, por ende, a los beneficios del progreso. Hay una inmensa disonancia entre expectativas de trabajo productivo en mucha gente, y las puertas cerradas dentro del mercado laboral para poder ocupar realmente un puesto productivo después. Por otra parte, en Chile el no-trabajo está asociado a la vulnerabilidad social, está asociado a ser excluido, a ser pobre, a no poder constituir un hogar, a no poder hacer nada que lo compense por otro lado, en suma, a estar fuera-de".
¿Visualiza algún cambio a raíz de las crisis?
"La justificación del actual sistema es que es garantía de crecimiento sostenido; que, a diferencia de otros países, Chile así está a salvo de las inestabilidades, de los remezones, de las regresiones. Hay que ver si esta idea sobrevive como imagen general a este año de crisis. Mi idea es que a nivel nacional, la combinación de crisis económica con el desempleo que existe, sobre todo el desempleo de los sectores más precarios, eso unido a un momento en que el sistema democrático ya no sólo puede sostenerse por la conquista de ciertas libertades, va a generar una pugna distributiva.
No creo que estalle en un sentido revolucionario, pero van a empezar a darse estas pugnas por la distribución de los frutos del progreso, que no van a ser tan sectorializadas como es la de los médicos aquí, la de los mineros allá".
-O sea que podrían darse esos remozones, inestabilidades y regresiones propias de los "otros países"...
"Va a haber un salto cualitativo en la pugna; de qué tipo, no sé".
Pasaporte
Primer trabajo: ayudante de titiritero en París.
Primeros "pitutos": clases de inglés para empresas.
Ocupación actual: investigador de la División de Desarrollo Social de la Cepal.
Motivo de sus desvelos: que las propuestas de desarrollo a escala humana en las que ha trabajado siempre dejen de ser alternativas para transformarse en "la alternativa".
Publicaciones: "Ni apocalípticos ni integrados: aventuras de la modernidad en América Latina" fue el libro que lo convirtió en personaje público. No obstante, este filósofo tiene siete escritos en librerías.
(Publicado en el suplemento Crónicas del Domingo, en El Mercurio de Valparaíso, páginas 3 y 4, enero de 1999)