sábado, noviembre 30, 1996

Central Autónoma de Trabajadores (CAT):

“Luchamos por transformar la cultura que hoy domina en Chile”

La Central Autónoma de Trabajadores (CAT) se constituyó en noviembre del año pasado, con una adhesión, según sus dirigentes, de más de 100 mil trabajadores. Continuadora de las organizaciones que han aglutinado al movimiento de trabajadores humanistas cristianos, está afiliada a la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT), y, por su intermedio, a la Central Mundial de Trabajadores (CMT), entidades de igual orientación.


Por Cristian Sotomayor
El movimiento de trabajadores humanistas cristianos tiene una basta trayectoria en nuestro país: primero fue la Asich (Acción Sindical Chilena), luego, el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), a continuación, el Consejo Coordinador de Trabajadores (CCT) y, ahora, la Central Autónoma de Trabajadores (CAT). Ésta se presenta a sí misma como una alternativa respecto de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la que, según el nuevo conglomerado, habría perdido su autonomía frente al gobierno y a los partidos políticos.
Entrevistamos a Gladys Ramírez y Enrique Aravena, secretaria y sub secretario general, respectivamente, sobre los orígenes y propuestas de esta nueva organización del mundo sindical.

-¿Cómo surgió la Central Autónoma de Trabajadores?

-A través de un proceso bastante largo y complejo -indicó Gladys Ramírez-. Partimos en 1993, pensando en cómo resolver el problema de la debilidad del movimiento sindical. Hubo una serie de reuniones con los dirigentes del Consejo Coordinador de Trabajadores (CCT), que fueron analizando la realidad nacional en el ámbito sindical. Nos dimos cuenta de que aquí había un gran vacío, un gran problema: el hecho que la única central de trabajadores chilena, la CUT, tuviera solamente afiliado al 40% de los trabajadores sindicalizados (que son el 13% de la fuerza laboral).
El CCT tiene sus raíces en el FUT, Frente Unitario de Trabajadores, y el FUT tiene, a su vez, sus raíces en la Asich (organización auspiciada por el Padre Hurtado), un movimiento de trabajadores humanistas cristianos. El CCT operó fundamentalmente entre fines de la dictadura y en los primeros seis años de gobierno concertacionista, como una corriente dentro de la CUT.
La CAT nace de la debilidad del movimiento sindical y, a la vez, como una exigencia de sus miembros. Tenemos alrededor de 100 mil trabajadores afiliados, que necesitaban un referente más activo, más luchador. El CCT todavía estaba coordinando la lucha de estos sectores de trabajadores, pero, como un referente representativo, le faltaba un poco de fuerza.
La gota que derramó el vaso fue la afiliación de la CUT a la CIOSL (Confederación Internacional de Organismos Sindicales Libres), puesto que encasillaba a la central en una determinada línea (reformista y moderada). En ese sentido, los trabajadores fuimos analizando; tuvimos una reunión primero en Mendoza, donde discutimos sobre la necesidad y los problemas que podría significar crear una nueva central.
Después de esta reunión, se planteó en un congreso en Cartagena, en septiembre de 1994, y allí los trabajadores acordaron, por un 70% aproximadamente, formar la Central Autónoma de Trabajadores. Y después empezó una serie de sesiones de trabajo para organizar el congreso constituyente, que se realizó entre los días 14 y 17 de noviembre de 1995.
Esta central nació bajo el principio de que es independiente de partidos políticos y de gobiernos. Nuestras raíces están en el humanismo cristiano, y esa es la base fundamental de nuestra central-.

-¿Qué les parecen las acusaciones de la CUT, de divisionismo en el movimiento laboral?

-Aquí en Chile existe, en el movimiento de trabajadores organizados, una tradición histórica de la unidad, pero la unidad depende de cómo la entendamos. Puede ser en función de objetivos, de una lucha, de fines, de metas, de propósitos. Pero, aquí se había entendido la unidad como en función de tener una sola agrupación, y eso no representaba realmente a todos los sectores de los trabajadores organizados. Y también está el desafío de agrupar a los miles de trabajadores que se sienten todavía atemorizados.
Nosotros, como alternativa, pretendemos fortalecer al movimiento sindical, buscamos ir más allá de una pelea reivindicativa; lo nuestro es una lucha por transformar la cultura que existe actualmente en nuestro país, la cual ha sido traída por el modelo socio económico neo liberal, que no es nuestra. Queremos rescatar nuestras tradiciones, y hacer un sindicalismo propio, autónomo, basado en valores y principios humanistas cristianos-.

¿Sindicalista o consejero de partido?

-¿Qué los hace ser a ustedes una alternativa de referencia para los trabajadores?

-Hay como dos o tres ideas fuerzas –contestó Enrique Aravena- que marcan la diferencia. La primera, hubo un diagnóstico de la realidad nacional, la problemática de los trabajadores, la legislación laboral, la política económica del gobierno, del movimiento que ha generado la Central Unitaria. Un diagnóstico de temas tan puntuales, como fue el Acuerdo Marco con los empresarios, cuando se recuperó la democracia en nuestro país, que marca un poco esta política del dejar hacer, y dentro del esquema, ver lo posible que hay para hacer cambios que beneficien a los trabajadores. Cuando se creó el FUT o la Coordinadora Nacional Sindical, antes de llegar al establecimiento de la CUT, hasta ese minuto eran los trabajadores quienes dirigían y elegían a sus dirigentes, sus representantes. Hasta ahí estábamos todos unidos y valía la pena mantener el esfuerzo por la Central Unitaria. ¿Cuándo encaja, entonces el tema de la autonomía? Encaja, por ejemplo, cuando vemos que hoy día ya los partidos más importantes, tanto el PDC, como la alianza PPD-PS y el PC han designado quienes son los dirigentes y los representantes de la CUT; ahí te planteas la otra diferencia. La diferencia está en que esta central (la CAT) fue generada de las propias organizaciones que la conducen. Es más, se definió, en su congreso constituyente, que no más de un dirigente por cada organización se postulaba al evento. Qué significa eso, significa el respeto a las minorías, de esas mayorías que eventualmente pudieran haber ostentado el poder de esta central. Me explico, por ejemplo, mi sindicato, yo provengo del Banco Santander, no tenemos más de 300 socios, y aquí hay organizaciones como la del sector de los paramédicos, que tienen más de ocho mil afiliados, como la Anfup (funcionarios de Gendarmería) de donde proviene Gladys, que tiene como cinco mil… y cada una llevó un solo representante al congreso, para darle este marco de representatividad.
Cuando tú generas, a partir de las propias organizaciones, los líderes, eso no significa que ellos no tengan una militancia política, la diferencia está en que aquí en la CAT ni el PDC ni el PPD-PS ni el PC -partidos como cúpula-, van a definir quienes van a ser los que van a conducir esta organización; ese es el concepto que nosotros queremos darle. Por qué esto, porque, definitivamente, los dirigentes, por ejemplo, de la CUT, los que tienen la conducción de la CUT, son todos consejeros dentro de los propios partidos políticos. Piensa tú en lo siguiente: si dentro de la organización máxima de los trabajadores, la CUT, ponte tú que hayan diez demócrata cristianos, por decir una cifra. Esos diez forman parte de un consejo del PDC de más de 40 o 50 personas, y si tú tocas temas de actualidad nacional, temas que vienen a afectar al conjunto de los trabajadores, tu voto es uno, como representante dentro del partido, es uno más, no vale por los 100, 300 o 700 mil trabajadores que se están representando a través de ti. Entonces, no has definido tu rol, y cuál es, el de dirigente sindical o el de ser consejero del partido político, tal o cual, no importa. Entonces, eso te hace ser más representativo frente a la base. Es como fue el origen del movimiento obrero en Chile, de los tiempos de Recabarren, de Clotario Blest, que son la historia del movimiento sindical, y ellos la tenían muy clara.
Como definición política, somos contrarios absolutamente al modelo neoliberal. No le vamos a hacer ni cosquillas al modelo como central solos, sino que en la medida que generemos credibilidad, que generemos proyectos claros y concretos, alternativas de solución, ayudados en este ámbito por universidades o centros de estudios. Queremos mutuamente avanzar en este cambio de la sociedad; tal vez no lo vamos a lograr en tres o cuatro años, pero tenemos que empezar ahora, y va a depender del cambio de cultura de la gente. Hoy día no hay educación cívica, no hay un canal de comunicaciones para el pueblo, para el trabajador chileno. Al chileno hoy día le da lo mismo votar por quien o por cualquiera, porque dice: al final yo tengo que trabajar, porque si no trabajo no como, y si no como, no vivo. No hay una orientación que efectivamente lleve y abanderice los cambios.-

-Otra diferencia que tiene nuestra central, -agregó Gladys Ramírez- es que somos abiertos, o sea, abiertos a distintas organizaciones; no solamente tenemos sindicatos, y asociaciones del sector público. Tenemos también movimiento poblacional, tenemos las agrupaciones de pensionados, y estamos abiertos a todo tipo de organización que esté de acuerdo con nuestra propuesta; que desee provocar transformaciones en este modelo socio económico y cultural en que hoy día estamos insertos. En esa medida, queremos ser un poco orientadores de la política del gobierno; no queremos estar ni en contra ni a favor del gobierno, si no que buscamos que el gobierno definitivamente escuche a los trabajadores, que el gobierno sepa que son los trabajadores los que mueven el país, que son los que eligen a los políticos. Porque en este momento ha habido un desprecio absoluto por los trabajadores. Por ejemplo, te puedo hablar del sector público, donde se habla de la modernidad, y los trabajadores del sector público no han tenido absolutamente ninguna participación en esto.-
Otro ejemplo de que las cosas del país se están haciendo a espaldas de los trabajadores, según Enrique Aravena, fue con el caso de la propuesta de crear un Seguro de Desempleo. “La CUT no ha planteado legislar al respecto. Lo que pasa es que los empresarios piden mayor flexibilidad de códigos laborales, y ese proyecto vendría siendo un compromiso de hecho entre la CUT y el gobierno para acceder a las peticiones de la patronal”.


Seguridad Social:“El rayado de la cancha está hecho para los capitalistas”

Con respecto a la asociación de Chile al Mercosur, los voceros de la CAT plantearon que es una negociación que se ha hecho con mucho hermetismo, pues está pensada para favorecer a los grupos económicos, y que conlleva, entre otras cosas, prácticamente la entrega de los puertos nacionales a los otros países. Este tema fue analizado en un evento que se realizó en Buenos Aires, a través de la CLAT. Aclararon que el movimiento de trabajadores humanistas cristianos es tremendamente partidario de la integración latinoamericana, pero siempre y cuando implique a los pueblos, más que a los poderes empresariales. Por ello, piensan que la incorporación a los Tratados de Libre Comercio debe hacerse lo más lentamente posible, y aprovechar las instancias de comunicación para crear y difundir la cultura de la Patria Grande.
En términos económicos, la CAT está por una Economía Social, entendida como la promoción de movimientos solidarios, cooperativos y mutuales eficientes. Piensan que la modernidad y el progreso no siempre son buenos, si es que no tienen criterios humanistas y racionales; consideran que la ecología es una disciplina que debe ser interiorizada por el movimiento laboral. Aseguran que con una economía social y ecológica, la humanidad podría evitar la gran cantidad de violencia y catástrofes que la sacuden periódicamente.
Están preocupados por la falta de una banca apropiada para la microempresa. También por capacitar a los trabajadores que están en procesos de reconversión laboral: “Estamos realizando talleres de cuero y calzado, soldadura, etc., para que los antiguos trabajadores dependientes pasen a desempeñarse por cuenta propia”, contó Aravena.
Además, cuentan con un proyecto para que las asociaciones de profesores sean sostenedores de liceos. Con ello, se podrán poner los locales a disposición de los trabajadores.
En cuanto a la Seguridad Social, a la administración de los fondos previsionales, los representantes de la CAT son enfáticos: “El rayado de la cancha está hecho para los capitalistas. Los que aportan capital son los únicos que no están participando. Las AFP e Isapres chicas y de bien social van a la quiebra. El manejo de fondos se está haciendo en el mercado especulativo. Las Isapres no son suficientes, y discriminan a mujeres y jóvenes”. Según su opinión, los fondos se deberían reinvertir en nuestro país, en capacitación, transferencia tecnológica, en hospitales, por ejemplo. Gladys dijo que debería ser un sistema tripartito, y con espacio para la mutualidad, y Enrique añadió que están analizando la sugerencia de llamar a todos los afiliados a la CAT a entrar en Fonasa.
“Los trabajadores están desorientados, atomizados y temerosos. Queremos capacitarlos para que se sientan personas”, afirmó Aravena. Explicó que la gente recibe diariamente un bombardeo de publicidad, y que la prensa está absolutamente manejada por los grupos económicos capitalistas. No obstante, observó que han logrado tener alguna cobertura en programas radiales regionales, como en Concepción.

(Publicada en La Hoja de la Economía Popular y de Solidaridad, Nº106, mayo-julio de 1996, páginas 1,2 y 3)

martes, abril 30, 1996

Verónica Mandiola, retornada de Suiza:

“El microempresariado es una nueva clase trabajadora”

Al igual que muchos compatriotas, Verónica Mandioca retornó para convertirse en una microempresaria. Como la mayoría, creía que bastaba con un taller equipado, saber algo de las técnicas productivas y tener ganas. A porrazos aprendió que no es suficiente querer ser independiente, que se necesitan muchos conocimientos de gestión empresarial.

Por Cristian Sotomayor

“Tenía 15 años. Mi papá era dirigente sindical –nos contó Verónica Mandiola- y ocupaba un cargo, puesto por el gobierno de la UP, en la Compañía de Teléfonos. Después del Golpe, salimos los seis hermanos, con mi madre, solos, a Perú, porque mi padre no podía salir de Chile. Se suponía que íbamos a estar de diez a 20 días, esperando que algún país del mundo nos recogiera, y estuvimos un año y medio. Podíamos ocupar el país, pero no estudiar; y mi papá no podía trabajar cuando llegó seis meses después, en marzo de 1975. Fue la peor época de mi vida, realmente súper difícil. La Cruz Roja Internacional nos daba alimentación; había un comité de ayuda que era de una ONG, y lo que hicieron fue, verdaderamente, hacinarnos en casas. Alguien descubrió por ahí que era muy buen negocio tener refugiados chilenos en sus casas, y lo que en principio fueron pensiones más o menos cómodas, al final todo el mundo después tenía ofrecida una casita para hospedar chilenos. Vivíamos diez, quince familias en una casa que era para una.

De ahí nos fuimos a Suiza. Allá estábamos analfabetos, ciegos, sordos y mudos. Yo, al mes de estar en Suiza, me fui a trabajar a una cocina de una escuela. Estábamos en la parte suiza que habla alemán, en Berna. Ahí nos recibió primero una ONG, un comité de asistencia, que lo que hizo fue ubicarnos en un departamento y buscarnos trabajo. Alcancé a trabajar cuatro meses en la cocina; de ahí me sacó el médico porque me enfermé. Después estuve en distintos trabajos: en una tienda fotográfica, donde aprendí un poco de fotografía, e hice aseo en distintas casas. Y estudié el idioma en primer lugar, que más que nada lo aprendí en la calle, conversando con la gente, viviendo, por último, porque tenía necesidad imperiosa de poder hablar. Después que logramos aprender el idioma, ahí la cosa se facilitó un poco. Además empiezas a entender el país, a conocer las leyes. Te enteras de que no tienes derecho a nada en realidad; ciudadana de segunda o tercera categoría. Y, fundamentalmente, lo que hicimos en Suiza fue dedicarnos al trabajo solidario con Chile. Esa era nuestra razón de vivir y la actividad primordial. Una, era trabajar para sobrevivir, y, la otra, era vivir en función de la solidaridad, mandando plata a los comedores populares, a las agrupaciones de niños, a la Vicaría de la Solidaridad, a los presos políticos, a los familiares de los presos políticos, etc.

Pasaron 15 años y más en Suiza, hasta que se dieron las condiciones más o menos para poder volver, y más que las condiciones, yo creo que la necesidad imperiosa de volver. Si bien tuvimos hartas satisfacciones, o sea, de todas maneras se vive y se disfruta; no puedo decir que nos llevamos sentados llorando, pero sí en función de volver. Eso de estar con las maletas listas es así, es estar siempre en función de volver, es no armar casa, no comprar nada, porque queríamos volver a Chile”.

-¿Qué significó instalarte con una microempresa?

-Me vine el 89, sola, con los dos niños chicos. Mi marido se quedó un año, pagando un crédito que habíamos contraído para poder instalarnos aquí. Llegué, me compré una casa, y un día se me ocurrió la genial idea de trabajar “independiente”. Junto con otro retornado de Suiza, instalamos un taller de muebles, con lo mínimo indispensable. Es decir, en ese tiempo, fue una inversión de 300 mil pesos en maquinaria y otros 300 en materia prima, y punto, y partimos. La técnica era con madera de roble, extraída de las demoliciones. Mi marido trabajaba en Suiza en una fábrica de muebles. A su regreso, aprendió la técnica y comenzó a diseñar los productos.

Tuvimos dificultades por miles; no teníamos idea que había que hacer iniciación de actividades, que había que tener patente, que para tener patente tenías que andar por 25 mil oficinas para que al final igual te dijeran que no. Hasta los términos; a mí me hablaban de iniciación de actividades y era chino. No tenía idea; y dónde se hace eso, y cómo se hace… Por ahí, preguntando y preguntando, llegué a la Consultora Técnica del PET, lo cual creo, hasta hoy, y lo he dicho en todas partes, que es la más efectiva de todas estas organizaciones que prestan distintos apoyos, porque ahí verdaderamente me orientaron harto. Ahí supe todo lo que significaba instalarse con una empresita, que, si bien era chiquitísima, las exigencias son, creo, hasta más que para las grandes. Te persiguen mucho más. De hecho, las grandes evaden impuestos, no cumplen con un montón de requisitos que te piden sanidad, que te pide la municipalidad, etc., sin embargo, siguen funcionando. A nosotros, no.

El taller estaba ubicado en la misma casa. En el patio de la casa partió siendo un galpón que construimos, y terminó siendo una pieza bastante bien hecha. La casa está ubicada en la comuna de Providencia. Ahí estuvimos funcionando como un año y medio más o menos, hasta 1992-93. A esas alturas nos dimos cuenta que no era suficiente con tener máquinas y materia prima, que era necesario capital de trabajo, que era necesario un montón de cosas más para poder mantenerse. Y, tuve que vender la casa. En ese momento creía que era lo más terrible y que con eso podía salir, ahora sé que no. La casa de Providencia la vendí muy bien; es el único negocio que he hecho bien en mi vida. Con eso arrendamos un local, le metimos plata al taller y compramos otra casa. De ahí, hasta ahora, en lo que a empresa se refiere, creo que le achuntamos con el producto, porque gusta, es de buena calidad; actualmente la gente lo busca, pero recién ahora estamos aprendiendo lo que significa gestión, que es fundamental-.

-¿Cuáles fueron las causas del descalabro?

El descalabro empezó en septiembre del 94, y en septiembre del 95 se fue a pique. Un año de sujetar, sin convencerme de que tenía que cerrar y despedir gente. En esa época, intentamos asociarnos con un pequeño empresario. No era del rubro muebles, pero se combinaba con lo nuestro. En el intertanto, habíamos postulado al crédito para retornados del Banco del Estado. La Consultora Técnica del PET nos elaboró un proyecto. Lo aprobaron y nos entregaron $ 12 millones, quedando nuestra casa hipotecada en el Banco. Y no resultó, por alguna parte la plata se escapó, y nunca logramos saber de dónde. Intenté averiguarlo, y, después, al final… la plata se fue, no sé por donde…

Eso fue hace dos años, casi. Y tuvimos que empezar otra vez prácticamente de la nada, endeudados y con la casa hipotecada.

Después, nos metimos en una exportación a Suiza. Pensaba que era llegar y hacer. Tuvimos que pagar horas extras para cumplir con los pedidos. Aprendimos que no se podía improvisar con los tiempos de producción. Por desconocimiento, la primera mitad del dinero se me fue en pagar trámites y fletes. Al final, los gastos fueron más que los ingresos. Eso terminó de liquidarnos. En octubre de 1995, despedí a todos los maestros.

Hoy estoy con la casa a punto de salir a remate, porque ya hace cuatro meses que no puedo pagar la cuota al Banco. Estuve dos años pagándola puntualmente. En todo caso, el Banco está cumpliendo con su deber; es responsabilidad mía, tengo que pagarlo. Muchos retornados pensaron que el crédito era obra de beneficencia, pero el sistema no funciona así.

El descalabro fue con todo. El taller está en este momento cerrado, lo estamos ahora empezando a trasladar para hacerlo funcionar en otro sitio. Quedan las máquinas, pero todavía tienen una deuda, porque las compré por leasing. Estoy intentando parar el taller de nuevo, en una parcela prestada, fuera de Santiago, pero dentro de la Región Metropolitana.

En este momento no tengo nada. No tengo otra entrada o ingreso. El arriendo de la casa en que estoy viviendo no lo pago yo, sino que un familiar. No vivo sola tampoco aquí. Estoy intentando vender mi casa antes de que salga a remate; con eso pagar la deuda del Banco, levantar la hipoteca y quedarnos con un poco para pagar el resto de las deudas, que son hartas-.

-¿Qué moralejas o lecciones has sacado de esta experiencia?-

-Me considero la principal culpable de este descalabro. Me sobre estimé, y soy un ser humano no más.

No sé cómo calificarlo la verdad, pero el problema es que uno llega a este país creyendo que lo chileno es magnífico, todo es bueno, todo es solidario, todo es cierto. Pero, la verdad es que no es así, es mucho más difícil, y el sistema no se apiada de tu ignorancia. Por ejemplo, no tenía conocimiento de los precios que tienen las cosas aquí.

Tuve que aprender a porrazos.

En la práctica, hice un curso intensivo de lo que no hay que hacer para desarrollar un negocio. Es imposible partir sin tener un capital de respaldo, no basta tener las ganas de trabajar, unas pocas máquinas y unas pocas materias primas. Ahora ya conozco conceptos como marcha blanca; en ese tiempo pensaba que era hacer y vender. Hay que saber un montón de cosas, por ejemplo, cómo implementar una línea de producción; no se puede hacer el productito que te pidieron fabricar y venderlo, o sea, hay que aprender a hacer una línea de producción, que no es lo mismo que fabricar un objeto; es toda una planificación, una programación. Por otra parte, la gestión no es nada fácil, es decir, la microempresa, por chica que sea, tiene que cumplir igual con todos los requisitos que una empresa grande, y, al mismo tiempo, necesita tener también todo el modo de funcionamiento de una empresa, aunque sea a escala menor. Entonces, tú tienes que tener un montón de conocimientos; no es suficiente tener ganas de trabajar como independiente. El peor error fue pensar en salvarse con un crédito. Si no se puede hacer, porque no existe capacidad, no hay que hacerlo. Porque sin saber gestionar, el préstamo no te sirve de nada, y termina convirtiéndose en un salvavidas de plomo.

Para una mujer es más difícil ser empresaria; tiene que pasar en la calle, revolverla y pelear con el mundo. Hay personas que me han dicho que, sabiendo cuatro idiomas, podría estar ganando más en un empleo asalariado. Por eso me miran como bicho raro. Pero mi decisión es intentarlo de nuevo-.

-¿Cuál es tu opinión de las ONGs y organismos públicos que dicen apoyar a la microempresa?-

-Creo que en este momento las ONGs están fuera de la etapa que están viviendo las microempresas. El microempresariado en este momento es una nueva clase trabajadora; está en un proceso de desarrollo, de crecimiento, y, las ONGs, si bien desarrollaron un papel muy importante durante la dictadura, y en el tiempo inmediatamente después, en el sentido del apoyo, ahora están algo perdidas. A mí no me gusta la palabra apoyo, porque se ha tergiversado, se ha mal interpretado; se entiende como el dar, como limosna, como solucionador de problemas. Para mí, debería ser un trabajo en conjunto, en este momento. En primer lugar, los talleres surgieron porque la gente no tenía dónde agruparse, porque las organizaciones políticas estaban prohibidas, la gente se empezó a juntar por una necesidad política, de volver a aglutinarse, de protegerse. Y, después, por una necesidad económica, lógico, poder, además, solucionar el problema de cesantía, fundamentalmente, de la cantidad de presos políticos, de desaparecidos, y de alguna manera había que seguir sobreviviendo. Claro, entonces, en ese momento era apoyo, la palabra apoyo de las ONGs era fundamental. Pero hoy debería ser un trabajo en conjunto, como que los profesionales con que cuentan las ONGs trabajaran muy a parejitas con el microempresario que tiene su fuerza de trabajo, que tiene sus pocos recursos, y que muchas veces no sabemos cómo utilizarlos. Porque eso que se mantenga el apoyo todavía, produce también dependencia, porque la gente se acostumbra a que le solucionen las cosas, a que les hagan las cosas, y muchas veces ni siquiera alcanzan a darse cuenta de las tremendas capacidades o potencialidades que tienen.

Yo creo que hay ONGs que han iniciado ese cambio. De hecho, hemos dado estas discusiones, por ejemplo, con las ONGs, es el caso del proceso que vivió la Fesol. Empezamos con un Consejo Consultivo que, con el tiempo, pasó a adueñarse de la feria por medio de una cooperativa. Eso debería darse en todo ámbito, porque, o si no, la gente nunca se va a comprometer.

Ahora, los apoyos de gobierno me parecen totalmente insuficientes, me parecen mal enfocados. No me gusta la idea, por ejemplo, de que para que un grupo de microempresarios obtenga un financiamiento Fosis, tengan que hacerlo junto con una ONG, y, que, finalmente, quien recibe el financiamiento es la ONG, y el microempresario lo recibe después, y parcelado-.

-¿Qué nos puedes contar de tu experiencia asociativa?-

-Hay hartos talleres que trabajan para la gran empresa, lo que significa que ésta se ahorra imposiciones y todo lo que significa mantener un personal estable. Y, por otra parte, le vende baratísimo a las grandes tiendas, y son éstas o los grandes diseñadores los que se lucen y aparecen en las revistas con determinados productos que no son de ellos, son de talleres anónimos. Yo creo que todo eso la gente está tomando conciencia, y está pensando en que es necesario organizarse primero, para luego imponerse. La pequeña producción popular es un alto porcentaje de la capacidad productiva de este país, y no se reconoce.

El proceso de agrupación de las microempresas ha sido muy complicado. Ahí yo no sé verdaderamente cuáles son los factores que influyen, pero se crean asociaciones y después ya no funcionan; la gente se va cada una por su lado, los dirigentes terminan haciendo todo, dejan botados sus talleres y revientan; hay chismes y problemas entre ellos mismos. Cuando llega el momento de sacrificarse, listo, terminó la intención de seguir trabajando organizados. Cuando hay que correr riesgos, la gente se asusta y se va. La gente se acostumbra a que le solucionen todo. Las microempresas se hacen competencia, y tratan de aplastar al otro. Hay gente que no está dispuesta a organizarse, que adopta una solidaridad coyuntural, por conveniencia propia. El problema es que yo creo que los seres humanos somos intrínsecamente egoístas. O sea, igual prima la individualidad. No todos se comportan así, por supuesto, nada de esto es generalizado; sí existe gente maravillosa. Creo en la solidaridad, pero como toma de conciencia, no como algo dado. Pienso que tenemos el potencial para cambiar el sistema. El drama actual es que nos automiramos en menos, y entregamos el poder, por lo que nos imponen y nos manejan. Debemos crear conciencia de esto. Mi sueño es poder formar bloques de talleres y microempresas, que tengan la suficiente fuerza para enfrentar la prepotencia de la burocracia y de las grandes empresas. El camino es hacer cosas concretas. A esto apunta el proyecto del Centro de Negocios de los Talleres Laborales. La idea es arriesgarse juntos en comercializar en común. La primera etapa, en que estuvimos ocupando un local en el barrio Patronato, el año pasado, fue un tiempo de aprendizaje, sobre cómo se hace un centro de negocios: tiene que ser una empresa. Los que se metan, que estén dispuestas, con todo. En esa experiencia no perdimos ni ganamos. Lo más positivo fue la cantidad de contactos y de gente que se entusiasmó con la idea. Durante este verano se paró para repensar el asunto. La falla: “el que mucho abarca, poco aprieta”. Hay que partir de a poco; no con el estilo mercado persa. Ahora hay seis personas en el Centro, y tienen un vendedor. El objetivo es que sea un departamento de comercialización de una cierta cantidad de talleres-.

(Publicado en el periódico La Hoja de la Economía Popular y de Solidaridad, Nº105, marzo-abril 1996, páginas 1, 6 y 7)

miércoles, enero 31, 1996

Pía Figueroa, directora de la EcoFeria:

“Creo que se está gestando la condición de una gran rebelión popular”

Reconocida líder del Movimiento Humanista, la ex subsecretaria de Bienes Nacionales durante el primer gobierno de la Concertación, Pía Figueroa se desempeña actualmente como presidenta de la Fundación Laura Rodríguez, y directora de la EcoFeria. Una mujer del siglo XXI.

Por Ernesto Rojas y Cristian Sotomayor

-Yo siento que antes del Golpe, la mujer participaba bastante en todas las cosas. Ahora que regreso al país, después de casi veinte años, veo que eso ha cambiado profundamente. El respeto que antes había por la mujer, en la familia, en el trabajo, en los sindicatos, etc., ha disminuido radicalmente-.

-Mi impresión es que la cultura militar marcó con mucha fuerza un autoritarismo masculino, que se refleja en todos los aspectos de la vida. Y, en esta nueva democracia que hemos intentado construir –que no es realmente democrática, que tiene demasiados enclaves autoritarios todavía-, siento que, bueno, es re simple: el país en que estamos, yo lo grafico con la siguiente imagen: las mujeres están siempre detrás de la tiza, la inyección o la escoba. Esos son los trabajos que mayormente hacen las mujeres: son maestras, son enfermeras o son trabajadoras de casa particular. Y es muy raro encontrar, en el último piso de un Banco, de una compañía multinacional o en la gerencia de una empresa, a una mujer-.

-Las últimas encuestas son atroces: en cargos gerenciales, el 97% son hombres y el 3%, mujeres-.

-Yo creo que prácticamente ninguna mujer se encuentra donde está el poder financiero. Y estamos en un mundo que no solamente se ha mundializado, sino que se está globalizando. Es decir, está permitiendo que el flujo de capital financiero, que se invierte a corto plazo, circule de país en país –son los capitales “golondrina”, que hicieron la crisis de México-, y que van concentrando cada vez mayor poder en la banca mundial. Y no están las mujeres en ese proceso, y te aseguro que tampoco lo queremos. Sí queremos una mundialización; caminar hacia un gobierno y hacia una nación humana universal. Pero no es que queramos que la relación entre capital y trabajo se mantenga como está o aumente a favor del capital. Más bien las mujeres somos del mundo del trabajo, más que del mundo del capital, al menos no del capital especulativo. Y pienso que, con este último incremento tan fuerte del poder del capital financiero-especulativo, las mujeres estamos fuera del tablero. Somos muy pocas las mujeres que entendemos de este tema. Es decir, siempre hemos estado en el campo del trabajo, y las relaciones entre el capital y el trabajo son cada día más desfavorables al trabajador.

Celda de abeja con televisor

-¿Es Chile un país democrático, siendo que la dinámica del poder estructurado piramidalmente tiende a concentrarlo cada vez más, y, que, además, las relaciones entre las personas son violentas, agresivas?

-No son democráticas; en Chile las relaciones entre las personas no son paritarias. Yo puedo tener el cargo que sea, pero soy un ser mortal igual que tú, y, por lo tanto, puedo establecer una relación paritaria en cuanto ser humano, y respetar esa diversidad, y basar nuestra relación en la diversidad. Bueno, eso no ocurre, se valoran ciertas cosas; un determinado género: los hombres más que las mujeres; un tipo de hombre; por lo demás que no vaya a ser indígena; que no vaya a ser discapacitado; que no vaya a ser viejo, porque ya no sirve; demasiado joven tampoco, porque es una caricatura de hombre. Entonces, nos estamos quedando con el hombre blanco, banquero, que ojalá hable inglés. Y toda otra relación está basada en una discriminación, en un autoritarismo y en una forma de violencia-.

-Todas estas redes verticales de poder censuran constantemente, reprimen y mantienen al margen a todas las redes horizontales, y no dan espacio…-

-Además, hablan un lenguaje que no tiene ninguna conexión con ellos mismos. No hay una conexión con lo personal, existencial, no hay una conexión con la búsqueda de la coherencia en la vida; no se habla de sentimientos, se habla de macroeconomía; no se habla de lo que le pasa a la gente con sus créditos y con su angustia mensual frente a este consumo desenfrenado. Se habla de tasas. Pero no se habla de lo que te pasa, frente a una taza de café, con tu angustia. Entonces, el mundo de lo existencial está excluido también-.

-Creo que se está gestando un movimiento social: hay gérmenes, hay indicios, pero yo creo que va a ser un proceso lento, porque hay demasiados controles; todos los días aparecen nuevas censuras, formas de mantener a la gente en la ignorancia-.

-En cualquier parte que tú vayas, hoy día no te encuentras con núcleos humanos, sino con personas que viven en su celda de abejas; solos frente a su televisor. Yo creo que estamos en una época –mundialmente- en que prima el dinero como valor, y lo que se tiene por sobre lo que se es, y que este dinero ha modificado y está cada vez acelerando más la concentración del poder en menos manos, el deterioro de las relaciones laborales, y una desestructuración creciente. Se están disgregando muchísimas instituciones, Estados, organismos, familias, parejas; no hay una comunicación humana real. Y cada ser humano no se siente vivo, sino que se ve de acuerdo a lo que tiene y a lo que muestra, como una imagen, y no registra lo que es la vida. Entonces, no se habla –como decíamos- de lo más personal, porque eso está borrado, porque uno no se registra, no se siente, y no se hacen gestos nuevos. Hoy día es la competencia; hasta la amistad se ha transformado en competencia-.

“Hay mucho temor a la opinión de la gente”

-El poder, obviamente, tiene que tener balances, contrapesos, y resulta que aquí no hay; por ejemplo, organización de consumidores; aquí uno plantea cualquier cosa que signifique fortalecer el poder civil y los políticos se asustan, como que creen que se va a volver a las JAP o a las Canastas Populares. Lo mismo en el tema sindical o del medioambiente, o en cualquier área donde se hable de participación social, de poder ciudadano, y que vaya descentralizando el Poder-.

-Yo creo que ese Poder, que gobierna desde la televisión, tiene mucho susto de las movilizaciones y de la organización de la base social. No representa a la base social; gobierna a espaldas de la gente. Ve cómo se está negociando, por ejemplo, este asunto del Nafta. Cuántos están negociando. No, no se ha consultado nada y no les interesa consultar. Yo creo que hay mucho temor, justamente, a la opinión de la gente, y hay una concentración cada vez mayor del poder. Pero, soy de las personas que tiene mucha fe en la gente organizada, y a diferencia de muchos que están ya escépticos respecto de los movimientos populares, yo creo cada día más en ellos. Creo que se está gestando la condición de una gran rebelión popular; lo veo en Argentina, en Brasil, en Italia, y, por cierto, en muchos barrios. Acá, justo antes que ustedes vinieran, me hicieron una entrevista para una revista que se llama Cable a Tierra, que produce un Centro de Comunicación Humanista en un barrio pequeño de Ñuñoa, y sacan una publicación de dos mil ejemplares al mes, y la distribuyen mano a mano. Están surgiendo medios de comunicación popular nuevos; están las radios de la Villa Francia; están empezando a circular formas de cooperativismo bastante más avanzadas y mejor pensadas que en otras épocas. Ahora, no es lo que está en boga, pero pienso que quienes no se identifican con este centralismo del poder y del dinero, con esta complacencia del poder frente al dinero, quienes están al margen, y no tienen ningún beneficio con este supuesto desarrollo, sí están dispuestos a organizarse y a levantar su voz en algún momento, y creo que eso es muy interesante, que eso puede producir cambios.

(Publicado en La Hoja de la Economía Popular y de Solidaridad, Nº104, enero 1996, páginas 1 y 6)