jueves, noviembre 30, 1995

Ricardo Brodsky, director de la División de Organizaciones Sociales:

“Todavía los chilenos son tratados como menores de edad”

Impulsor del movimiento de renovación socialista desde fines de los años setenta, Ricardo Brodsky fue dirigente de la primera Fech post golpe y, en las últimas elecciones, candidato a diputado por el PPD. En su actual cargo, como director de la División de Organizaciones Sociales del Ministerio Secretaría General de Gobierno, asume las paradojas de vivir entre dos racionalidades distintas y que muchas veces se contraponen: Estado y Sociedad Civil.

Por Cristian Sotomayor Demuth

La División de Organizaciones Sociales (DOS) fue el organismo desde el cual el régimen militar manipulaba a las organizaciones sociales. Les daba dinero; las convertía en su clientela. Acarreaba a la gente para los actos masivos; era el núcleo coordinador de las movilizaciones oficialistas; un órgano militarizado y fascista. Con el advenimiento del gobierno de Aylwin, este aparato se convirtió en algo distinto, aunque mantuvo lastres del pasado. Por el cambio en las concepciones políticas, se pasó de una relación de manipulación del mundo social, a un vínculo de respeto. Se comenzó a valorar la autonomía de las organizaciones. No obstante, se siguió manteniendo una suerte de red de activistas para apoyar las movilizaciones del gobierno, aunque sin mucho éxito. Al asumir Ricardo Brodsky la dirección de la DOS –en el gobierno de Eduardo Frei-, se dio un nuevo paso.

-Tu tendencia fue siempre apoyar el fortalecimiento de la autonomía de los movimientos sociales. ¿Cómo se refleja eso en la orientación que ha tomado la DOS en el actual período?

-Con el nuevo gobierno, hicimos varias definiciones de principios. Primero, negarnos absolutamente a cualquier actividad que significara acarreos de gente: poner micros para manifestaciones de apoyo a cosas que hicieran los ministros o el presidente. Segundo, establecer esta División como una instancia de comunicación directa, entre el gobierno y la sociedad civil organizada. Todo nuestro proyecto son programas donde el acento está puesto en la relación de comunicación y participación de la gente. No en un sentido propagandista; de llevar mensajes unilaterales, del gobierno a la gente, sino que de comunicación como creación de espacios de encuentro y de interrelación entre el gobierno y la gente. La idea es que se produzca una retroalimentación, donde el gobierno escuche y donde la gente también escuche al gobierno, y se informe.

Estamos buscando, a través de nuestros programas, generar instancias de participación social y de organización de la gente. Pero, sin ser nosotros los que los organicemos ni los que les demos plata para hacerlo o para que hagan actividades. Queremos que sea, realmente, una cosa auténtica, es decir, generando los espacios para que la gente los ocupe y que, a partir de allí, desarrollen su propio cuento. Sin embargo, eso no es fácil, porque la relación que la gente espera con el gobierno es, en cierta forma, media paternalista y de “cliente”. Hay organizaciones sociales a las cuales yo les tengo que “exigir”, por decirlo de alguna manera, que vayan adquiriendo grados cada vez mayores de autonomía.

Delegar poder a la comunidad

-¿Será esto expresión de la cultura organizacional del chileno?

-Yo creo. Tiene que ver con cómo se ha constituido todo este mundo social, sobre todo el mundo vecinal. Han sido muy dependientes de los gobiernos, de los municipios, y siempre con una relación reivindicativa respecto del Estado. Y no una relación de autonomía, de desarrollar sus propias iniciativas, al margen de cuáles sean las políticas del gobierno.

Lo que pasa es que yo creo que el Estado chileno, por el tipo de régimen colonial –desde ahí se parte- se siente como con la tarea de construir la sociedad. Si tú piensas en la estructura del Estado chileno, es de ocupación del territorio: las intendencias, las gobernaciones; todas las autoridades delegadas del presidente. Es una estructura autoritaria y paternalista en relación a la sociedad. Ahora hay un esfuerzo por revertir eso, y constituir gobiernos regionales; darle capacidad de decisión sobre el presupuesto. Pero, todavía no se ha entrado en eso, en que ellos puedan generar sus propios ingresos; que tengan la posibilidad de tributar distinto una región de otra.

-¿Crees que es posible, desde un organismo estatal, promover efectivamente el desarrollo autónomo de las organizaciones y movimientos de la sociedad civil?

-La participación social, la autonomía de los movimientos sociales, el fortalecimiento de la sociedad, es delegar poder a la comunidad. Es un Estado que entiende que su tarea es delegarle el poder a la gente, más que concentrarlo.

Yo creo que, dentro de la Concertación, si bien hay una definición teórica favorable a la descentralización, a la desburocratización, a la modernización del Estado, lo cierto, también, es que hay un cultura política, administrativa, y tecnocrática –porque también hay un idea tecnocrática de la modernización, que no tiene nada que ver con la gente-, que se opone, en cierta forma, a ir generando esta delegación de poder. Le tiene miedo a que las cosas se caoticen, a que la gente no tenga la madurez suficiente como para tomar sus propias decisiones. Todavía los chilenos son tratados como menores de edad, en muchas cosas. Desde el ámbito de que existe censura; una cantidad enorme de decisiones que la gente debería tomar por sí misma, y el gobierno cree que las tiene que tomar él. O los parlamentarios, que creen que tienen que estar dictando leyes sobre cada cosa; cada día dictan más normas represivas. Esa es parte de la mentalidad conservadora que se ha impuesto.

Ahora bien, obviamente, la modernización del Estado va a implicar una reducción del tamaño del Estado, y una reorganización del Estado. Uno podría, por ejemplo, tener en este país muchos menos ministerios de los que hay; podría suprimir una cantidad importante de servicios y de divisiones, o iniciar un proceso que lleve a eso. Por un lado, transfiriéndole responsabilidades a la sociedad, a ONGs, a empresas, en fin… No te digo deshaciéndose de los problemas. Esa es la manera en que la derecha hace la modernización del Estado; dice: ya no me encargo más de los jubilados, y los deja en la calle. No es esa la fórmula, se trata de externalizar muchas de las acciones que realiza el Estado, entregándoselas a organismos privados, como corporaciones o instituciones de ese tipo. Esto implica ir reduciendo el tamaño del Estado; quizás no reduciendo el gasto público, pero sí el tamaño del Estado. A mí no me hace ningún problema si el día de mañana no existiera más la División de Organizaciones Sociales.

Autogobierno y organizaciones emergentes

-El movimiento alternativo plantea la configuración de un sector de economía solidaria, que no sea estatal ni capitalista, sino social. ¿Tú le ves alguna viabilidad a esa idea, en Chile hoy?

Yo creo que debería ser una estrategia de desarrollo, de superación de la pobreza, fomentar esa línea. El actual modelo, en términos globales, es concentrador de los recursos, de las decisiones; es tecnocrático, en el sentido de que requiere siempre cada vez más especificación y sofisticamiento para poder tomar esas decisiones o para participar en ciertos círculos de decisiones. Si se quiere una sociedad más democrática, con una distribución del ingreso más equitativa, está obligado a desarrollar otro tipo de círculos de desarrollo económico y cultural.

Lo que es claro es que aquí falta un impulso fuerte a todo esto que se denomina el “tercer sector”. La ausencia de una política hacia la microempresa, es un ejemplo de ello.

Yo creo que se puede hacer desde el Estado una política de fomento hacia la microempresa. Con una legislación adecuada, que tiene que hacerla entre el parlamento y el gobierno, con un sistema de acceso a crédito, que fomente también el mercado a esos niveles, con capacitación. Y eso debería ser una parte bastante central de un plan de superación de la pobreza.

-¿Crees tú que hay señales de recomposición del tejido social en Chile?

-Yo pienso que hay organizaciones que están, no sé si en una caída definitiva o no, pero que claramente presentan síntomas de agotamiento. Por ejemplo, las juntas de vecinos urbanas, en general tienen dificultades para reunirse, para elegir nuevas directivas; son poco atractivas para los jóvenes, y tienen muchos problemas. No así a nivel rural, donde juegan un papel casi de gobierno local. O sea, en un pueblito rural, en que caben 60 casas, la junta de vecinos administra los espacios públicos, entrega sitios -si es que los hay-, y dictamina una serie de normas que la gente las toma como propias. Hay una cierta instancia de autogobierno bien interesante que ejerce la junta de vecinos, y, a veces, cuando no existe esta organización, es el club deportivo.

Yo creo que hay otro tipo de organizaciones emergentes, que le están dando cierta potencialidad al tema. Por ejemplo, en el ámbito del medio ambiente. Ahí hay un tema que está adquiriendo mucha fuerza, sobre todo en la gente joven, que, de alguna manera, está reemplazando a los viejos temas medio ideológicos. Una cosa interesante es que estos movimientos no están llegando al Estado para que les solucione los problemas; están constituidos con otra lógica. Yo, eso lo considero un fenómeno nuevo, interesante, que tiene una gran potencialidad. Y, además, tienen relaciones horizontales entre sí, entre diversas organizaciones, y con sus pares en otros países del mundo. Forman parte de redes internacionales, que hace esto muy interesante. Yo he conocido experiencias de movimientos o grupos de ecologistas de una comuna, como San Joaquín, que no tienen ninguna relación con instancias superiores a nivel nacional, pero sí tienen relaciones con organismos en Inglaterra, Francia, Estados Unidos, etc. Esto era impensable hace algunos años: que un organismo “de base” tuviera relación con otras organizaciones “de base” o no tan “de base” de otros países, sin tener que pasar por una serie de “visados”. Lo de los ancianos también está adquiriendo mucha fuerza (ver recuadro). Nuestra experiencia con las Escuelas de Rock ha sido impresionante. Nosotros pensábamos que en una comuna íbamos a abrir una escuela con 50 cupos; que íbamos a tener dificultades para llenarlos. Y ha sido al revés: hemos tenido que hacer procesos de selección, dejando a 100 ó 200 cabros fuera. Su identidad está dada por una cuestión musical, y están tejiendo unas redes increíbles. Son fenómenos que están sumamente escondidos, que no se expresan, pero que están allí. Y no hay razón para que no se expresen, en la medida en que la gente se vaya atreviendo más, que la democracia se sienta ya como una cosa que está más consolidada; que el clima cultural cambie un poco también. Porque tenemos un clima cultural represivo, como descalificador, segregador de la gente. Pero eso tendrá que cambiar.

Recuadro:

“Segmentando” los interlocutores

Ahora, hemos ido “segmentando” nuestro interlocutor. Estamos trabajando bastante con jóvenes, que andan en el ámbito de la música rock. Ésta es una juventud de alto riesgo, desde el punto de vista de las drogas, de la marginalidad, con cero acercamiento a los organismos del Estado.

Estamos haciendo un trabajo con adultos mayores, que es otra red social, que está pasando a ser un tema emergente en Chile, y con una potencia insospechada, con respecto a lo que significaban organizativamente y como actor social. Ahora, estamos iniciando un programa con distintos ministerios, destinado a apoyar la implementación de ciertas políticas públicas, por ejemplo, en el campo de la droga. Estamos trabajando ahí con el Conace -Consejo Nacional de Control de Estupefacientes-, y con la Universidad de Chile, en tres comunas; es un proyecto de prevención comunitaria del consumo de drogas.

Estamos trabajando con el Ministerio de Salud, en un proyecto que apunta a reconocer el rol que juegan las organizaciones sociales en salud. Por decirte: los clubes de ancianos, de diabéticos, de Leones, de alcohólicos… Y apoyando la constitución de Consejos Locales de Administración Hospitalaria, que son instancias que reúnen a la administración del hospital, a los médicos, con las organizaciones sociales de salud y las organizaciones comunitarias del sector que el hospital está destinado a atender. De manera que las decisiones del hospital consideren la opinión de la comunidad. Estamos trabajando en proyectos del medioambiente también. Ahí hay un tema muy interesante, que es cómo la comunidad participa en el evaluación del impacto ambiental de los proyectos, si bien es una cosa débil, se hacen esfuerzos para que sea cada vez más relevante, y que las oportunidades de participación sean reales.

(Publicado en La Hoja de la Economía Popular y de Solidaridad, Año 13, Nº 103, noviembre 1995, páginas 1, 6 y 7)

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